Pueblos sin nombre
Decía José Ingenieros en su Obra, El hombre Mediocre:
“El Progreso humano es el resultado o la resultante de ese contraste perpetuo entre masas insertas y enérgicas propulsoras del ingenio”.
Hagamos un geomapeo de la cultura nacional y podríamos colegir que la derrota que vivimos como colectivo social está marcada por el débil espíritu creativo de su dirigencia que exhibe un indecoroso y vacío marco de codicias y soberbias.
No se puede fundar autoridad donde no hay ética, aunque exista Universidad.
La raíz de toda voluntad está en el deseo siempre y cuando el pensamiento esté adscrito a la voluntad de pensar en forma no dogmática.
¿Estamos realmente pensando en esta sociedad en forma activa, o solo estamos alcanzando una función intelectual neuro mecánica?
Si culturalmente el Ecuador decide tener soberanía para proyectarse al mundo como un socio menor tiene que hacer una reinvención de su modelo social aprendiendo a dar y a recibir, matando la cultura de la torpe mediocridad y elevando sus niveles de tecnología apropiada para desarrollarse, de lo contrario, seguiremos readaptándonos a la vieja tragicomedia.
Recordemos:
“Morir para resucitar”, es un viejo axioma de la cristiandad que la dirigencia ecuatoriana debe en sí mismo aplicar.