SIN RESTAURAR EL PASO DEL TIEMPO

No, no nos vale el olvido.
Las palabras son un ritmo,
como la sangre.

Expectante y atónito,
el hombre va construyendo
la lápida de su tiempo.

Los días se vuelven un cerco instantáneo;
el hombre va gastando hambres y sueños día a día.

Entonces ya todo es pasado pesado.
Sólo queda la adivinación del futuro.