“EL CAPITALISMO, ES ESENCIALMENTE REINVENCIÓN”
En el Siglo XIV, la peste eliminó, no menos de la cuarta parte de la población Europea,
y el Medioevo entró en una fase de hedonismo, donde la gente consumía todo,
consumiéndose así mismo; ya que pensaba que el mundo se iba a acabar.
Mucha gente cree que ha llegado el fin del Capitalismo y de la Globalización,
pero debo acotar que: no es ni el fin de la Humanidad, ni de la Globalización, ni del Capitalismo;
sino el ingreso a una fase de su propia reinvención.
La Globalización es connatural al hombre,
nuestros genes se globalizaron desde que fuimos a buscar el pan fuera de la caverna,
así le dimos origen a nuestro espíritu explorador y nómada.
Tampoco es el fin del capital, ni de la explotación a la naturaleza,
ya que el capital es la mejor prótesis inventada por el hombre,
para darle sentido creativo a sus quehaceres, proveyendo recursos materiales e inmateriales,
a lo que llamamos “capital”, para que el hombre logre crear de acuerdo a su voluntad.
Por lo tanto, no es el fin del Capitalismo, ya que nadie ha propuesto algo funcionalmente superior.
Lo que sí veremos, es una reinvención en el corto plazo de una supra legalidad planetaria,
que aborde los problemas ecológicos y de bienestar social,
creando un nuevo orden, a partir de las necesidades de fortalecer con ahínco el bienestar general
del ser humano en los campos de la salud,
la educación y el cuidado de la naturaleza;
enmarcados en unas nuevas formas de abordar lo referente a la dignidad humana,
entre otros factores socioeconómicos.
El Capitalismo, la Globalización, no van a morir;
se rediseñarán, como lo han hecho desde milenios atrás.
Seguramente, pronto, en términos de temporalidad cuántica,
las transnacionales venderán hamburguesas en sucursales interespaciales.
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Cita en su Obra “21 lecciones para el Siglo XXI”, Yuval Noah Harari:
“Que en la edad media la esfera pública rebosaba de violencia política, de hecho,
la capacidad de usar la violencia era el pasaje de entrada al juego político,
y quien carecía de esa capacidad no tenía voz política. Numerosas familias nobles poseían fuerzas armadas”.
Estamos viviendo el Siglo XXI, con ideas de violencia de la Edad Media,
un Correísmo que ha aplicado todo tipo de violencia psíquica, física y económica,
a través de todas sus acciones.
Recuerden que hasta fabricaron armas, actuando de tal modo,
como que si en la política solo pueden estar los violentos, causando daño al contendor,
inclusive matando gente.
Qué difícil es hacer política cuando la función contemporánea de un Estado Democrático
es garantizar la no violencia sociopolítica,
donde el Poder a través del voto debe pasar de un grupo político a otro,
sin violencia, sin dictaduras, ni gobiernos civiles de transición.
Una sociedad democrática, la no violencia es un derecho y deber naturalizado.
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El Correato es una piedra en un botellón de lata,
agitado por su soberbia y lujuria,
hace mucho ruido, pero no tiene soluciones armónicas.
Por ello, se destaca siempre su violenta teatralidad.
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El ser humano ha sido el único animal que ha aprendido a cooperar.
Su sistema de creencias afianzado en valores lo ha obligado a rendir culto y aprender a cultivarse.
Para ello, el Poder de la palabra que lo lleva a actuar, creando y creyendo en Dios, haciéndolo construir templos, creando y creyendo en el Estado, consolidando ciudades y Metrópolis.
Creó y creyó en el dinero, el capitalismo, y el socialismo con sus múltiples coordenadas.
Hoy frente a una realidad científica, el poderoso virus y su virulencia lo obliga
a crear en función de sus debilidades y potenciando nuevas acciones y prótesis técnicas y científicas,
que le permitan actuar en nuevos niveles de evolución por el bien de la supervivencia de la especie humana.
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Occidente y Oriente deben aprender a metabolizar
que sin salud y protección social ninguna oportunidad existencial se puede construir,
y que la libertad humana solo se logrará si la solidaridad unifica la inversión pública y privada
a favor del cuidado de nuestros ciudadanos.
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¿A qué piensan que le tenga más miedo el Macho Alfa?
a) A un robot inteligente.
b) A un virus con inteligencia mutante.
c) A una mujer hermosa, inteligente y mutante.
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El peligro de que se use la tecnología para manipular
y controlar a los seres humanos ya está dado.
Nos tienen a todos “UNDER CONTROL” y algunos dicen
que el Coronavirus es un guión de una teatralidad para prepararnos para el futuro,
donde todo estará controlado por códigos de barra y algoritmos.
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Quien sabe meditar, sabe filosofar.
Quien camina entre el silencio y aleja su espíritu,
corazón y alma a una dimensión que lo prepare para la muerte,
a lo mejor entiende el siguiente paso:
Unos aspiran o respiran la vida eterna,
otros simplemente interpretan que su “yo” es memoria que se esfuma.
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Al fin de cuentas, una crisis tan virulenta como ésta,
a la gente mayor como el que les escribe, nos deja claro:
Que la sabiduría solo se alcanza cuando se entiende que la vida
siempre nos hará una finta final, para burlarse de cada quien en su preciso momento.
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Debemos tener claro, que al fin habrá un placer en nuestro fin.
Un fin de uso, ya que somos rebaños de un buen pastor o juguetes que el azar descarta.
Por ende:
¿Qué importancia tiene que la caja mortuoria sea de ébano, cartón o aluminio?
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El hombre es en esencia “lo que es”.
Cuidado con la manipulación que puede ejercerse
a través de los múltiples semblantes que produce el goce,
seguramente hará que la gente se confunda sin saber qué papel está interpretando:
“El de víctima o de victimario”.
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Tanta voluptuosidad, gallardía y virilidad, me hace preguntar:
¿Ese exhibicionismo teatral dónde se ha refundido siempre?
Por lo general, su mezquindad y prepotencia es el escudo de un falso valor.
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Estos días leyendo a filósofos griegos,
he podido colegir que la virtud final más importante es el “no aferramiento”,
para ello no que hay que dejarse llevar por los cantos de Eros y Thánatos.
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A Henry Raad Antón:
A quien admiré como un baluarte intelectual de la sociedad,
le dedico algo que Horacio en “Odas 11.3.25” dijo:
“Todos estamos forzados a llegar al mismísimo término; la urna,
es la suerte de todos, saliendo antes o después, llevamos a la barca fatal al eterno destierro”.
Don Henry Raad Antón,
pasó por la vida viviendo y construyendo juegos de ingenio.
¡Paz en su tumba!
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Sin desdeñar el dolor, la angustia, la pobreza,
u otros accidentes que los ecuatorianos estamos viviendo,
debemos comprender la vida humana en sus tres tiempos gramaticales:
Pasado, presente y futuro.
Todo ello, es un tendido incierto que hay que saberlo administrar.
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El político con ganas de cambiar un procedimiento social lesivo,
tiene que poseer una intuición muy clara,
para que una acción colectiva haga catarsis en la masa y se produzca el cambio.
¿Más qué pasa, si alguien finge ser Alfaro, Bolívar o San Martín?
Toda la masa queda atrapada en un imaginario fingido.
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Lo peor de la cultura política del Correato y de muchos de sus contrincantes,
es que no solo hurtaron y robaron, sino que otra generación
quedó adherida a que robar y hurtar es un mérito.
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“Poner el sentido de la vida en el consumo,
es la esencia de la mortalidad contemporánea”.
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En el presente de la Patria, la actividad pública se ha ido enmarcando
en el uso exclusivo del Imperio del Caciquismo,
y su función táctica crece carente de todo tacto estratégico.
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Esta crisis pareciera que fuera una especie de tumor inesperado,
ya hace 15 años votamos por dirigir el gasto hacia la salud y la educación,
relacionándolo con un mínimo del 6% de inversión del PIB en esos dos sectores,
más, efectivamente nos hemos aproximado a esos objetivos, pero sin saber medir: Calidad, cantidad y justo coste.
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El Centralismo, está volviendo a empujar al Ecuador a un gran movimiento de desintegración,
más este empuje ha latido desde la Colonia pasando por la República.
Hace ya 20 años votamos por las Autonomías, inclusive la Constitución
habla de Jefaturas Territoriales, sin embargo,
ha pasado el tiempo y el Centralismo amansó a los Caciques,
dándoles una partecita del pastel, y ellos felices de no asumir la responsabilidad
de ser autónomos y simplemente se contentaron comiéndose un pedacito del pastel.
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Bajo diversas muecas se achaca toda la responsabilidad de la crisis de Guayaquil
en la pandemia al Gobierno Central,
pocos se han planteado que el problema radica en la identidad del guayaquileño,
cuya espontaneidad de vivir hacia afuera, de picársela de espontáneo, de dominar la sapada,
lo hizo eludir y evadir primeramente la obligación de no hacer fiestas de más de 30 personas,
en tanto hoteles y proveedores incumplieron el día de la prohibición,
y luego gracias a esa espontaneidad guayaca; todo colapsó.
Las últimas tendencias y emociones han sido precisamente responsabilizar al Centroestatismo,
nuevamente el rodaje es no asumir la responsabilidad individual,
ni social del guayaquileño y las de sus propias Instituciones.
Los guayacos “sinceros”, “espontáneos”, no se han querido hacer cargo del colapso
que provocaron y que se siguen produciendo al salir a la calle,
porque somos “bacanes”y tenemos como pretexto “saber producir o conseguir el pan”.
Los guayaquileños, cuando esta peste termine,
sin buscar ningún antagonismo deberíamos evitar el error de “localizar el mal donde la pulga no está”.
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Decía mi Padre:
“Ten cuidado con los histéricos y mira de qué lado ponen los gritos,
y donde depositan la leche”.
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Los sociólogos y politólogos, nos han hablado que tenemos extremas atrofias sociales,
pero ¿Cuál ha sido siempre nuestra respuesta?
Dar un analgésico para que te quite el dolor, pero no para la atrofia.
Preguntémonos:
¿Frente a esos síntomas que hizo la sociedad?
Pensar que se aislaban, metiéndose en una burbuja,
pensando que de este modo se salía de esta extrema atrofia.
¿Y cuál fue la resultante?
Que todos inconsciente o conscientemente caímos,
porque todos ricos o menos ricos, pobres o menos pobres, éramos en sí la misma atrofia.
Seguramente saldremos del cerco epidemiológico, pero ojo,
después de haber tomado todas las aguatas calientes,
limones, analgésicos y antivirales de primera o última generación,
volveremos al mismo aislamiento, entre los que se creen más,
ya que carecen de funciones espirituales que no les permiten superar el aislamiento,
tanto el aislamiento individual, familiar, como de la ciudad o de la región.
Espero que sanemos realmente, como decía Ortega y Gasset
en su Obra Magistral “España invertebrada”:
“Los pueblos sanos suelen emplear el alma individual de la creación
o recepción de grandes proyectos, ideas y valores colectivos”.
Sin duda, es de esperar que el enfoque individualista guayaquileño
tome ese cause en favor de lo colectivo.
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Nos va a tocar deconstruir el esqueleto entero del espíritu público,
de la humanidad, si queremos sostener un mundo para que los seres humanos vivan con bienestar.